viernes, 27 de marzo de 2015

Prometeo. Teatro encadenado

Cuando Prometeo fue encadenado más allá del abismo por entregar el fuego a los hombres y cada día un águila se comía su hígado que se volvía a regenerar y asi estar bien fresco para el día siguiente, recordandole que tan sólo era carroña, Zeus sabia lo que hacia con semejante castigo, temeroso ante un titan como Prometeo no podía tener consideración, nada es más peligroso e implacable que una personalidad indomable que por mucho castigo que reciba por muy encadenado e ignorado que este seguirá empeñado en mostrarle al hombre que lo que nos hace humanos y nos aleja de lo animal es la cultura, el fuego, la luz que amplió las horas nocturnas ante el ritual sagrado que nos calienta y despierta la comunicación fomentando la palabra a través de la imaginación, la honestidad que cultiva el carácter competente y veraz que tiene que revelarse tarde o temprano contra el imitar, el copiar y el reproducir como comportamiento exclusivo; llegará entonces el hombre a comprender que la cultura puede ser otra cosa que una decoración de la vida; palabra que encubre, en definitiva, mero fingimiento e hipocresía; pues todo adorno oculta lo adornado.
¿Cuál es tu esperanza? ¡No ves que has errado! [...] 
− que iba a errar ya lo sabía yo. A sabiendas erré, de voluntad erré y a voluntad seguiré errando.
Ese es el destino del teatro.