Pocas cosas
son tan sencillas como llevar a cabo el acto teatral, solo hace falta un actor
y dos espectadores y digo dos simplemente para que exista una multiplicación
del sentimiento, a partir de aquí la creación se puede desbordar hasta llegar al
mas grande espectáculo jamas soñado sobre un escenario y toda la tecnología y
el dinero puesto al servicio de el show.
Yo no he
llegado a ese super nivel al mas puro estilo americano, pero, si a un tipo de
teatro donde casi no existe nada si no fuera por cuatro palos literalmente
hablando y es en ese tipo de teatro donde mas cosas me han pasado. Llegamos a
tal sencillez por la necesidad de seguir haciendo teatro con cero recursos económicos,
llegamos a El Lazarillo con el mismo ingenio que Lázaro hizo un pequeño agujerito
a la jarra de su amo ciego para seguir bebiendo vino, porque como se lee en el
libro "Yo que estaba hecho al vino, yo es que moría por el" y del
mismo modo que yo estoy hecho al teatro y que muero por él, llegamos a la
sencillez con la ayuda y el atrevimiento que te da no tener nada mas que para
comer y el ingenio de Lluis Elias.
El montaje
se hace con la guitarra y la maestría de José Luis Montón que envuelve la
palabra en una mágica atmosfera pero he
llegado a representar El Lazarillo yo solo.
Ahora con la
distancia del tiempo, casi un año después y pasadas las noventa funciones puedo
dar fe que el momento más oscuro y gélido de la noche da paso al amanecer, da
paso a la luz.
Podemos
decir, junto con Grotowski, que el acto total se trata de la
existencia viva en su posibilidad de revelarse. El logro final se manifiesta
cuando, en la representación, el actor logra una desnudez total, una exposición
absoluta de su propia intimidad, donde todas sus potencias físicas y
psicológicas se integran; es una entrega total, un auto sacrificio en que el
actor se muestra en su totalidad y complejidad: una
"transiluminación". Se trata de un actor santo en el sentido de que
realiza un proceso de auto penetración y se muestra ante los otros tal cual es,
provocándose y provocando a los otros a repetir el acto total, el
acto de entrega, de sacrificio en la representación.
Al leer
estas frases e idea de Grotowski alguien puede pensar que estamos ante una
experiencia religiosa pero es que para el que lo ha experimentado sin duda lo
es. Llegado a este punto, después de años de trabajo y perfeccionamiento en el
actor solista, de interpretar varios personajes teniendo como ídolo a Dario Fo
o a Rafael Álvarez El Brujo lo que mas deseo en mi vida teatral es trabajar
solo en escena no ya por el placer que me causa cuando el instinto me lleva a
captar la energía del público desencadenando una catarsis cómplice difícil de
olvidar por ambas partes sino porque es tan difícil en esta sociedad formar una
compañía entregada al teatro sobre todas las cosas. Es casi una utopía si no
fuera porque lo vemos es compañías como Chapitó o La Zaranda que mientras llega
o se le espera por favor. Dejarme solo.